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El Cinzano de Valparaíso

Apuntes del Cinzano de Valparaíso, allá por el 2015, cuando recién comenzaba el blog.

Mientras en avenida España arden los últimos neumáticos en conmemoración del día del joven combatiente, a un costado de  Plaza Aníbal Pinto se repite un rito de años. Una rutina sobreviviente en medio de farmacias y bancos. Una rutina nocturna, porteña y, a estas alturas atemporal: Así es el Cinzano de Valparaíso.

Cinzano de Valparaíso

Entrar al Cinzano es cruzar un umbral. Dentro aguarda una barra larga, detrás de la cual descansan dos refrigeradores antiquísimos e hileras interminables de botellas. Algunas abiertas, algunas nuevas y otras olvidadas bajo el polvo.

Frente de la barra se eleva el nivel del local. Tras una pequeña baranda se ubican las mesas donde los clientes saborean chorrillanas, machas a la parmesana o pastel de jaiva, acompañado de ponche o borgoña. Entre las mesas pasan parsimoniosos y amables los mozos. De ritmo pausado, con su impecable camisa blanca, se encargan de ir y venir con los pedidos.

Delante de los comensales un hombre toca el órgano, otro el bajo y una mujer canta tangos. Los fines de semana el local se llena y predominan los turistas. Durante la semana los porteños recuperan el espacio y el Cinzano de Valparaíso vuelve a la tranquilidad de un viejo bar, un oasis en medio de la modernidad.

15 de abril del 2015

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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