El pasar de los días. La mayoría de las mañanas despierto en nuestro departamento del cerro Los Placeres, desayuno, me ducho y parto en micro hacia Playa Ancha. En el trayecto observo el rostro de trabajadores y estudiantes, cada cual absorto en sus propios pensamientos, hasta que se desocupa algún asiento. En el camino la micro sube por el cerro Barón y contemplo la bahía de Valparaíso, puntualmente, de lunes a viernes, a eso de las 8:10.

Luego saco algún libro o el teléfono. Intercalo la lectura con twits o una mirada al Arco Británico, el edificio de la Aduana o Caleta El Membrillo. Así llego a Playa Ancha, marco, retiro los diarios, subo la persiana y me instalo en mi oficina.

A un costado el café recién servido deja escapar el vapor, de a poco llegan mis compañeros y comenzamos un nuevo día. Afuera, los estudiantes circulan por los corredores de la universidad y una hilera de árboles mueven sus hojas frente a mi ventana. A eso de las 11:00 una mariposa blanca se posará en una de sus ramas. Mientras tanto el trabajo fluye como en un juego de tetris, donde las piezas van quedando en su lugar a una velocidad cada vez mayor. A veces las piezas no calzan. Pero la experiencia y la buena voluntad ayudan a seguir con el juego hacia delante. Así se me pasan las semanas y los meses. Y no está mal.
20 de abril del 2015