Valparaíso 2016. Ese fue el año en que dejé un proyecto de vida tradicional y me volqué a la ciudad. El vacío de mi separación lo llené de caminatas, trote, bailes, fotografías y textos. La ciudad me abrazó con sus callejones estrechos, muros pintados y vistas alucinantes.
Recorriendo Valparaíso con un celular

Entre trabajo y trabajo partía con música a todo volumen caminando por Playa Ancha, Mercedes, Barón, Placeres, Almendral y Portales. Necesitaba sentir el aire marino en el rostro, perder la vista en la bahía o subir cerros hasta dejar de pensar en el pequeño mundo que estaba perdiendo.
Entonces la mirada de un gato, la sonrisa de un niño o el sol iluminando de fuego la bahía captaban mi atención y me regalaban un instante de alegría. En esos momentos sentía la magia de la ciudad y el disfrute del presente vuelto totalidad.
Cada vez que sentía ese estado sacaba el celular del bolsillo y capturaba una fotografía, le ponía un filtro de Instagram y la publicaba en las redes.
Así fui registrando instantes cotidianos por Valparaíso ese 2016, una afición que se mantendría hasta el día de hoy y que finalmente se convertiría en mi propio emprendimiento.