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Cuba a paso lento

Así fue nuestra llegada a La Habana, Cuba.

El capitán anunció el descenso sobre la isla de Cuba. Ajusté el cinturón, guardé mis libros y miré por la ventanilla. Ya era de noche y bajo nuestro se podían distinguir algunas luces aisladas, como si se tratara de un área rural, más que la capital de un país con once millones de habitantes. Esa es una características de La Habana, la ciudad queda prácticamente en penumbras una vez que se va el sol.

Aterrizamos sobre la loza del aeropuerto, descendimos del avión, nos fotografiaron y recogimos las maletas. Al salir del aeropuerto no había nadie esperándonos, cosa extraña cuando contratas un paquete turístico. Al rato llegó una ejecutiva que pasó lista y nos explicó que deberíamos esperar un rato más y que fuéramos a cambiar nuestro dinero por pesos cubanos convertibles (CUC).

Partimos a hacer fila a la casa de cambio. Por suerte trajimos euros, porque a parte de lo caro que estaba el dólar, en Cuba le agrega un 10% de impuesto.

Pasaron unos 40 minutos hasta que partimos hacia la zona hotelera. Afuera del bus la ciudad estaba en penumbras, iluminada por algunos faroles aislados y las luces de los autos al pasar, entre los que pude distinguir esos vehículos de los años 50 que caracterizan a La Habana.
Cuando llegamos al hotel ya era demasiado tarde como para salir a algún lado. La mayoría de los locales cerraban a las 11:00, hora en que recién hicimos el check in

El mayordomo que nos llevó a la habitación nos dio la bienvenida a Cuba. Bajamos a la recepción y en uno de los pasillos nos encontramos con un cuadro del Che Guevara y una pared dedicada a la historia de Cuba, encabezada por un cuadro de Fidel Castro.

Fuimos al bar de la recepción y pedimos dos mojitos con dos sándwiches. Salimos a la terraza iluminada por la luna, todavía mojada por la lluvia. Nos acomodamos con vista a las palmeras y las piscinas iluminadas del hotel. Nos trajeron los mojitos y una banda se puso a tocar música. Estábamos en Cuba. Brindamos y nos servimos nuestro primer trago.

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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