Bajé desde Pelourinho por el elevador Lacerda, crucé el Mercado Modelo y llegué al embarcadero. Desde ahí partí rumbo a la Isla Morro de São Paulo.

Ubicado en el exterior de la nave, durante dos horas y algo más pude disfrutar el vaivén de la embarcación, el viento tibio en el rostro y el color celeste del océano Atlántico que cada tanto salpicaba gotas de agua salada. Esta sensación de libertad me encanta. Esbocé una sonrisa y dejé mi mente divagara sobre el pasado y el futuro, tratando de imaginar cuál sería mi destino. Ya no sólo de viaje, si no de vida.

Ya son 7 años desde que comencé con mi blog Apuntes y Viajes. Primero como una forma de dar el ejemplo a los niños que asisten a mis Talleres de Periodismo en Valparaíso, luego como un área para experimentar las redes sociales y finalmente como un posible modelo de negocio para ganarme la vida en forma independiente y haciendo lo que más me gusta: habitar Valparaíso, viajar por el mundo, escribir y tomar fotografías. ¿Será este el momento de dedicarme al blog?

A lo lejos divisé las palmeras y los botes junto al embarcadero de Morro de São Paulo. Desembarcamos en hilera y a la salida nos estaban esperando ansiosos “taxistas” que se nos acercaban con sus carretillas. Más para saber la dirección del hotel que otra cosa, accedí al servicio por un costo de 15 reales.

Apenas cruzamos el umbral de acceso a la isla nos desviaron para pagar una tasa de ingreso para el cuidado ecológico del lugar. Algo que me parece bien, pues el turismo también puede poner en riesgo los ecosistemas de lugares delicados, especialmente las islas. Pagada la tasa de 15 reales seguí a mi acelerado “taxista”. Subimos una pendiente y luego nos desplazamos por calles estrechas donde sólo circulan estas carretillas y grupos de distraídos turistas. A no más de 10 minutos de distancia estaba mi hotel Pousada Estrela do Mar. De aspecto más sencillo que como lucía en las fotos de Booking, cumplía con su requisito principal: Estar al lado del mar.

Le pagué a mi “taxista” (Recomiendo pagar lo justo, ya que a mí me sucedió que no tenía cambio y finalmente la carrera me salió 20 reales), dejé mis cosas en la habitación (que cumplía con lo básico, pero no podría decir que era acogedora) y salí en busca de algo para comer a la playa.



La isla realmente era linda. Las calles estrechas, sus tiendas pequeñas y coloridas, sus playas hermosas y con muchas opciones de restaurantes, entre los que también se podían encontrar algunas opciones no tan caras, aunque predominaban los precios altos. Finalmente di con un lugar que me gustó, me comí un delicioso strogonof de carne de vacuno con arroz y una cerveza Itaparica de 600 cc por alrededor de 50 reales. De a poco sentí como el alma me volvía al cuerpo.

Entonces aproveché de escribir para seguir reflexionando. ¿Dejo mi trabajo en la universidad y me dedico al blog? ¿Qué es lo bueno y lo malo de cada opción? ¿Estoy dispuesto a correr ese riesgo?
Terminada la cerveza sentí algo de pereza, así que tomé mis cosas y partí caminando hasta una pequeña península, encontré un espacio de sombra bajo una palmera y me dejé llevar por el sueño al ritmo de las olas y el sonido de las hojas por el paso del viento.


Abrí los ojos y vi las hojas de las palmeras sobre mí. Había llegado algo más de gente a la pequeña península. Me estiré, dejé la mochila con la toalla y me fui al agua. ¡Estaba tibia! Me zambullí y todo se diluyó. Al asomar el rostro respiré profundo y me deleité con el paisaje de mi alrededor. ¡Qué alegría estar allí! Por un momento las ideas desaparecieron y sólo quedó ese momento para mí.
8 de febrero del 2019