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En busca de los vestigios incas, Cusco arriba

Un recorrido a pie por los vestigios incas de Cusco y algunas anécdotas del camino.

No sabía por dónde empezar a buscar los vestigios incas en Cusco. La noche anterior me fui a celebrar mi primera vez en Machu Picchu al Ukukús Pub y tuve la mala idea de comprar la promoción de tres rones Habana. Lo pasé muy bien escuchando música en vivo, viendo una performance y bailando. Pero la sensación de resaca por la mañana siguiente no me la quitaba nadie.

Tras los vestigios incas en Cusco y sus alrededores

Esto no fue impedimento para estar en pie a las ocho de la mañana y salir del hotel media hora más tarde. Estaba feliz, el aire era fresco y el cielo estaba despejado. Cusco ya había despertado hace rato y me encantaba ver cómo sus habitantes iban y venían. ¡Tenía todo un día por delante!

Fui hasta la Oficina Municipal de Turismo, me decidí y compré el Boleto Turístico del Cusco a 130 soles. Escuché atentamente a la funcionaria, quien me anotó algunas instrucciones en el boleto y partí.
Entusiasmado por el día, me animé a partir mi recorrido por los alrededores de Cusco a pie.

Cambié dólares cerca de la Plaza de Armas y enfilé hasta unas estrechas calles por las que comencé a subir. A medida que ascendía, los paisajes y la vista a Cusco me distraían y me obligaban a parar y hacer algunas fotografías. Así fui subiendo por las calles Ataud y Arcoíris. Subir escaleras a más de 3.000 metros de altura es un ejercicio que agota rápidamente, así que cuando me encontré con la iglesia San Cristobal hice mi primera parada.

Saqsayhuaman

Cruce algunas palabras con una joven vendedora de artesanías y seguí mi ascenso cerro arriba. Luego de pasar por una boletería me encontré con unas enormes construcciones de piedra, vendedoras de artesanía y un par de personas que se me ofrecieron como guías. Opté por el segundo de ellos, que me ofrecía una visita guiada por 30 soles, y comenzamos el recorrido al segundo sitio arqueológico más importante después de Machu Picchu: Saqsayhuaman.

Con menos suerte que Machu Picchu, Saqsayhuaman fue descubierta por los españoles, quienes se empeñaron en destruirla lo más posible. De esta manera las piedras de sus muros fueron ocupadas para construir la catedral de Cusco, dejando solo las bases de las edificaciones.

El Cristo Blanco

Luego de una instructiva visita que incluyó la identificación de formas de animales en los muros y la de un jaguar en la ciudad, me despedí del guía y me encaminé hacia un grupo de llamas que pastaban tranquilamente. Ahí me quedé un rato, disfrutando del silencio y la soledad. Conversé amenamente con un guardia del parque y seguí mi camino hacia el Cristo Blanco, a unos metros de Saqsayhuaman y donde alcancé una vista espectacular de Cusco.

Tras dos horas de caminata le compré un choclo con queso de cabra a una cholita y me lo comí disfrutando la vista de la ciudad.

Tambomachay

Luego, preguntando, llegué hasta la carretera, visité las ruinas de Q’engo, y luego tomé un bus por un sol hasta Tambomachay. Lo que no me contó la funcionaria de la Municipalidad es que este centro arqueológico está bastante más alto que Cusco, por lo que hay menos oxígeno, más viento y más frío.

Apenas bajé del bus en Tambomachay me recibió una ráfaga de viento helado y mi cabeza comenzó a latir como si fuera a estallar. El consuelo a esto fue la hermosa construcción de piedras adherida a la falda del cerro, desde donde surgían dos manantiales de agua. Lo otro positivo era que no había nadie más. Así que guardé silencio y contemplé esa espectacular obra de ingeniería hidráulica inca.

Pukapukara

De ahí visité, a solo algunos metros, Pukapukara, unas ruinas ubicadas sobre una colina con linda vista al valle. El viento iba en aumento y mi sensación corporal era deplorable. Di una pequeña vuelta y cogí el autobús de regreso a la ciudad. Todas las personas que encontré en el camino fueron muy amables para explicarme cómo llegar a destino.

Los buses urbanos no entran al casco histórico de la ciudad, pero es cosa de preguntar para bajarse en algún punto de referencia y luego dirigirse al centro. Mi estado era penoso. Me dolía la cabeza y el estómago. Estaba como mareado, así que entré al primer boliche que encontré, pasé al baño y luego pedí un caldo de gallina y un té de coca. Lentamente volví a la normalidad. Había sobrevivido a los 3.000 metros de altura y disfrutado de los vestigios incas de Cusco.

1 de noviembre del 2014

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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