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Baños del Almendro: higiene pública del siglo XIX

Una actividad que hoy consideramos íntima, en Valparaíso se realizaba de manera pública: Conoce la historia de los Baños del Almendro

En la celebración del último Día de los Patrimonios 2022, junto a mi familia dimos con un descubrimiento de un lugar que la historia de Valparaíso ha dejado en el olvido, y que formó parte de la vida cotidiana de los porteños que nos antecedieron: Los Baños del Almendro.

Baños del Almendro

Los ex baños del Almendro en Valparaíso, fue de esos tesoros que la ciudad nos regaló y su historia la disfrutamos muchísimo.

¿Sabían que subiendo por calle Urriola, a mano izquierda, se encontraba a mediados del siglo XlX un espacio público para que los vecinos pudieran tomar baños de agua de mar y agua dulce?

Así fue pues. En el actual Pasaje Fischer, donde está la escalera de colores y que antes se llamaba Pasaje de los Baños, estaban los Baños del Almendro para damas y varones, que funcionaron entre 1875 y 1920.

Ese fin de semana conocimos el espacio donde operaron los baños de mujeres, el de hombres funcionaba al frente. Allí, en tinajas individuales damas y también niños podían darse baños de agua tibia con afrecho, potasa o azufre, cuando aún no había agua caliente en las casas de Valparaíso.

Una actividad que hoy consideramos íntima, en el puerto se realizaba de manera pública para resolver un tema de sanidad e higiene de la ciudad expuesta a muchas infecciones, producto de la falta de agua potable y alcantarillado.

Espacio cultural

Hoy en el lugar de los ex baños del Almendro funciona el Teatro Café Valparaíso Profundo, un colectivo que se dio a la tarea de visibilizar la memoria y el patrimonio del puerto cotidiano y del habitante común y corriente.

Si lo visitan, podrán tomar un café, escuchar jazz, ver una obra de teatro o revisar la biblioteca en su mini segundo piso. Ya no verán las tinas de antaño, pero si dirigen sus miradas al piso podrán observar las baldosas hidráulicas sobre las cuales se posaron las bañeras con agua de mar.

Los actuales dueños de este nuevo espacio cultural supieron de la valiosa historia que albergaba el lugar, cuando un vecino nonagenario se presentó ante ellos mientras realizaban los trabajos de remodelación, y les contó que él cuando era niño iba con su madre a ese mismo lugar a darse el baño de la semana.

¿Y por qué no se conocía esta historia? Porque el relato del momento de oro y pujante de la ciudad dejó a estas prácticas de la comunidad en una especie de amnesia urbana, como lo llamó un joven arquitecto que colabora junto a una serie de universitarios de la UPLA, la PUCV y el Duoc, en la recuperación de esta memoria, así como en la idea de reinstalar estos baños.

Migrantes europeos y crecimiento inmobiliario

Para los migrantes europeos, con hábitos y tecnología más adelantada, esta exposición pública de actos íntimos no era de su agrado y, conforme avanzó el asentamiento de residencias con tecnología para la higiene personal sumado al explosivo crecimiento inmobiliario, que fue abarcando cada vez más espacios de la ciudad, los baños públicos vieron bajar uno a uno sus cortinas.

El cerro Barón, donde se emplaza la iglesia San Francisco, también contó con este servicio comunitario para damas y varones. Los hombres contaban, además, con barbería y peluquería. Los habitantes de los cités y conventillos que rodeaban todas las cuadras de la iglesia acudían a darse baños de agua caliente con todos los útiles de aseo, que allí mismo entregaban.

“Mis abuelos maternos vivían al frente de esos baños. Ellos veían que entraba y salía gente del lugar, todo el día. Con ello se resolvía el tema de la higiene básica, porque muy pocas casas contaban con duchas”, me contó mi prima Erla Silva.

Más sorprendente fue escuchar en el Teatro Café Valparaíso Profundo que, los barcos una vez que atracaban en el puerto, bajaban al mar unos cajones de madera sostenidos de una soga, a los cuales ingresaban los vecinos de la ciudad a darse el baño de la semana con agua de mar.

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