Trabajaba en Cooperativa, Sodimac. Excelente trato, trabajo y beneficios. Con el bono vacacional, más el sueldo y enamorado del buceo, compré el pasaje y partí a un viaje inolvidable a isla Juan Fernández.
Un viaje inolvidable a isla Juan Fernández

El viaje fue en un Cessna monomotor, el trayecto tranquilo. Cosa muy curiosa fue que desde tierra un niño dirigió toda la maniobra de aterrizaje. Quedé sorprendido, pero lo hizo muy bien. Una vez en tierra, fuimos llevados a una lancha en la cual nos pasaron trozos de nylon para taparnos del agua que salpicaba desde la proa del bote.
Hubo dos cosas que llamaron mi atención, las vidrio las que nadaban amistosamente al lado y abajo del bote. Eran peces de dos a tres metros. Hermosos. Lo otro que llamó mi atención, fueron las cabras imantadas al risco y que caminaban y saltaban como nada. En el viaje iba una compañera de trabajo, Irene Thomson, una modelo y otras personas más.
Todo listo para ir a bucear

Llegué a la Residencial de Blanca Schilling, me acomodé, tomé mi traje de rana, mi arpón y partí a la playa, ahí encontré y conocí a mi actual y muy querida amiga Ilka Paulentz, excelente buceadora más un argentino muy choro y también adicto al buceo.
Recuerdo que en una de mis sumergidas me encontré en un cardumen de jureles. Escogí el más grande y lo arponee. Pero muy mal, porque a pesar de estar herido, me arrastro un par de metros. En la noche nos juntamos los cuatro y nos comimos el jurel con un vinito junto a las brazas.
Un paseo por la isla

Las calles de la isla eran sencillas y muy bonitas. Caminando hacia El Yunque, la madre Natura lucía espectacular. Habían chicos de todo el mundo estudiando al Picaflor de la Isla, ahí los vi libando azúcar desde un tubo de ensayo. La vegetación era exuberante y los helechos de al menos tres metros.

Pero más que eso me tiraba fuerte el buceo. En las tardes los pescadores nos regalaban peces de la isla que infaltablemente iban a la parrilla. Las conversas, el vinito y la belleza del lugar nos hacían volar.
Fui al cementerio donde hay una tumba del buque Alemán Dresden, que fue hundido por los ingleses en una final batalla en la Segunda Guerra Mundial ( Desconocía la sorpresa que años después conocería en Punta Arenas. La vida tiene muchas vueltas).
La marina peruana
Un día, temprano mire por la ventana y vi muchos buques de guerra llegando a la bahía. Era la armada Peruana que estaba de paso y llegó a la Isla.
El problema que nos dejaron estos hermanitos puis, es que se tomaron hasta el agua bendita de la capilla. Sólo quedó una o dos botellas de menta en el lugar…. jajaja jajaja jajaja
El regreso a casa

Después mis días fueron de buceo, un pequeño romance con Panchita y mi regreso al continente.
Todo ok. El avión en la pista, Figueroa, el piloto, anunció el despegue y el avión partió. La pista era tan corta que pensé nos íbamos al agua. El avión cayó al vacío, agarró vuelo y despegó. Todo OK, nos quedaba una hora para llegar a Valparaíso.
Hasta que me dan ganas de ir al baño, jajjajaja, le pregunté a Figueroa y me dijo que no había baño abordo. «¡Qué hago!». Por lo cortó me tomé el café con leche que llevaba en la cantimplora y partí al último asiento a explicar la situación. No hubo drama. ¡Qué descanso! Así fue mi viaje inolvidable a isla Juan Fernández.
Por Hernán Castro Schneider
2 de junio del 2020
Puerto Varas, Chile