No puedo evitarlo. Cada vez que me asomo al balcón del departamento o camino por el borde costero de Valparaíso, es imposible no quedar ensimismado ante la belleza de un atardecer. Entonces tomo la cámara, obturo una foto y aumento mi colección de atardeceres porteños. Y a pesar de ser la misma ciudad, cada fotografía tiene algo distinto… una nube, un barco o un estrella. Volviéndola algo único e irrepetible.
25 de septiembre del 2012