San Marino o la Serenissima Repubblica di San Marino, no tiene un solo futbolista famoso. Tampoco un cantante. Nunca ha ido a un Mundial y tiene solo una medalla olímpica. Los sanmarinenses son más tuercas, y de ahí que sus grandes premios de motociclismo y automovilismo son muy populares. Ayrton Senna murió en este último.
San Marino: La República más antigua del mundo

Pero si hablamos de historia republicana, no hay otro país en el mundo que tenga más que contar. Porque efectivamente, es la República más antigua del mundo: fue fundada el 3 de septiembre de ¡301! Y ese no es solo su mérito, sino también su orgullo.
Volver al pasado
Caminar por San Marino es meterse en el capítulo de la Edad Media de los libros de historia. Este microestado –el tercer país más pequeño del mundo– es como una isla en el territorio italiano y se ubica entre las regiones de Emilia-Romaña y las Marcas. Está edificado principalmente en las laderas del monte Titano, a 739 metros de altura. Su origen y nombre se deben al santo católico Marinus el Dálmata, que, según la tradición, dejó la isla de Arbe, en lo que hoy es Croacia, para vivir en la ciudad italiana de Rímini y trabajar en las canteras. Fue perseguido por sus sermones cristianos y escapó a las cercanías del Titano –declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO–, donde construyó una pequeña iglesia y fundó la actual capital del Estado.
Su forma de gobierno también es bien curiosa. Cada 5 años, en las votaciones se eligen dos organismos colegiados: el Consejo Grande y el Consejo General (Consiglio Grande e Consiglio Generale), que, a su vez, escoge a dos de sus miembros como capitanes regentes, que se alternan en la cabeza del Estado cada seis meses. Como comprenderás, en un país tan pequeño, estos regentes muchas veces son familiares, o vecinos, o conocidos, o.. en fin. Los dos regentes y el Consejo de Ministros forman el poder ejecutivo. Y aunque parezca extraño, este sistema permite evitar la concentración del poder, la corrupción y otros cuantos varios vicios de las repúblicas modernas.
Cómo llegar a San Marino

La forma más sencilla de llegar a este pequeño país de 30 mil habitantes (es decir, toda la población no alcanza a llenar el Estadio Nacional), es viajar a Rímini, ciudad italiana que se ubica entre Bologna y Firenze. Ahí, frente al terminal de buses, compras un pasaje en bus que, por 6 euros y en un tranquilo viaje que dura menos de una hora, te deja literalmente en la punta-del-cerro, donde está el centro histórico de San Marino y que es lo que realmente hay que conocer, especialmente en invierno, cuando los paisajes son sencillamente in-cre-íbles, con la cordillera blanca y brillante como protagonista.
Ahí, hacer el recorrido a pie por la ciudad amurallada, en plenos Apeninos, te tomará medio día, en el que podrás conocer los principales atractivos locales y alcanzarás –incluso– a comer en alguno de los restoranes que ofrecen las especialidades de la casa: la piadina y la deliciosa tarta Tre Monti.
Tres torres

Ya en el camino, lo primero que verás son las tres torres, que, en rigor, corresponden a ciudadelas similares a castillos que conservan su arquitectura medieval. La primera de ellas es la Guaita, construida en el siglo XI; la segunda se llama Cesta, que es la más alta, y que se levantó en el siglo XIII. Desde ella, disparan cañonazos en las celebraciones y fechas especiales (trata de estar lejos cuando eso pase); y finalmente, la torre Montale, que está más lejana y a la que no se puede acceder, pues es propiedad privada. En ella, todavía queda un calabozo del año de la porra.
Perderse en los laberínticos y hermosos pasajes es una aventura extraordinaria. En esos mismos pasillos puedes encontrarte con rarezas como el Museo delle Creature della Notte o “Museo del Vampiro y la Licantropía”, el camino de las brujas, ubicado entre las torres 1 y 2; el Museo de la Tortura (no apto para niños); el Museo de Curiosidades o el cambio de guardia en el Palazzo Publico.
Datos útiles

A propósito de esto último, ese también es un imperdible. El palacio es la sede del parlamento y del Ejecutivo, que junto al ayuntamiento son algo así como el centro cívico, todo, construido a fines del siglo XIX. En las afueras del recinto, se ubica la Plaza de la Libertad, dando cuenta que la libertad es uno de los principales bastiones de este pequeñísimo país que da lecciones de educación cívica. Cerquita, a una cuadra, está la Basílica del Santo donde, cómo no, se encuentran enterrados los restos de San Marino, patrono y fundador del país.
Aunque San Marino no pertenece a la Comunidad Europea, su moneda es el euro, por lo que no necesitas cambiar dinero si lo visitas. Si vas en invierno, no olvides tus guantes, gorro y una buena parka, porque en cualquier momento te agarra una nevazón y ¡no olvidar! Lleva tu pasaporte, porque en la Oficina de Turismo del casco antiguo, por 5 euros te ponen el sello del país. Casi no hay fila y te llevas el tremendo souvenir: el sello de la República más antigua del mundo… Yo olvidé llevarlo 🙁