Nací en Punta Arenas un otoño de 1979. Mis padres venían de Santiago y decidieron iniciar su vida como recién casados en una de las ciudades más australes del mundo. De pequeño salíamos de paseo a los alrededores de la ciudad y en más de una oportunidad fuimos hasta Torres del Paine. 4 décadas más tarde regreso al extremo sur y es inevitable conectar con esos recuerdos de la Patagonia.
Recuerdos de la Patagonia
De pequeño fui contemplativo. Mi padre siempre contaba que teniendo cerca de 3 años, ellos me dejaban junto a un lago dentro de Torres del Paine y yo me quedaba sentado observando y tirando piedras.
Ya más grande y con mi hermana en este mundo, las salidas a Torres del Paine eran todo un evento familiar que se preparaba con bastante antelación: La carpa, cocinilla, el vehículo y todo lo necesario para esos campamentos de un par de semanas en medio de la naturaleza.
Siempre disfruté de los trayectos, donde aprovechaba de ver el paisaje, leer o jugar en algún cuaderno; además de las actividades que hacía mi madre para que no nos aburriéramos. El viaje a Puerto Natales tomaba unas cuatro horas por camino de tierra, luego venía la Cueva del Milodón y finalmente Las Torres del Paine.
Mi padre siempre intentaba pescar o cazar sin mucho éxito. Mi madre preparaba unos fideos de campamento (con huevos revueltos y salsa de tomate) y con mi hermana jugábamos dentro o fuera de la carpa y, usualmente, nos peleábamos.
La Laguna Azul
En uno de aquellos viajes acampamos en la Laguna Azul. Una de mis actividades favoritas era caminar junto al lago, observar el paisaje, hacer dibujos y tomar algunas notas.
En aquel lugar el guardaparques nos enseñó a crear una malla para capturar mariposas, por lo que comencé a perseguir insectos, coleccionando algunos de ellos.
La idea en mi mente infantil era crear un museo en mi dormitorio, algo parecido a lo que veía en mis paseos por el Museo Salesiano de Punta Arenas, donde se podían apreciar puntas de flechas, animales disecados y excrementos del milodón (ya que los restos del milodón se encontraban en Inglaterra).
Además mi padre me contaba sus aventuras juveniles junto a mi tío Pedro en el Norte de Chile, donde excavaban en la tierra y encontraban cráneos y objetos de pueblos de antaño.
Esas historias más las lecturas de libros de aventuras y nuestros paseos por la Patagonia despertaban mi imaginación y de poco fueron creando en mí ese interés por los viajes y los relatos que se mantendría hasta el día de hoy.