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El encanto de Colonia del Sacramento, Uruguay

A sólo tres horas de Montevideo, Colonia de Sacramento es un imperdible de Uruguay, declarado Patrimonio de la Humanidad.

A tres horas de Montevideo, Colonia del Sacramento es una pequeña localidad de fama mundial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Está entre los 10 lugares imprescindibles de visitar en Sudamérica según Lonely Planet y, por lo mismo, era una ciudad que no queríamos dejar de conocer en nuestra breve estadía en Uruguay.

De paseo a Colonia del Sacramento

Despertamos temprano, desayunamos en el Hostal Che Lagarto y partimos caminando al terminal de buses de la ciudad. Nuestros pies han sido el principal medio de transporte en Montevideo. Esto se ha traducido en constante dolor muscular, un poco de deshidratación y un sueño reparador todos los días.

Llegamos en quince minutos a la estación y compramos los pasajes a Colonia del Sacramento. El próximo bus salía a las 09:30, por lo que debimos esperar un momento. Ya en el bus, terminé de revisar los datos de Lonely Planet y nos quedamos dormidos.

Cuando despertamos afuera había un sol radiante que nos encandiló. Adaptamos la vista y ante nosotros aparecieron grandes extensiones de praderas verdes salpicadas de vacas pastando, algunos árboles y algunas casas. Es esta vida rural la que alimenta la gastronomía uruguaya y, creo yo, también explica esa personalidad pausada y reflexiva de los uruguayos, como de gaucho.

Llegada a Colonia del Sacramento

Llegamos al medio día a Colonia. Nos bajamos del bus y nos fuimos caminando al centro histórico de la ciudad. Ya nos había dado hambre, así que nos acomodamos en el primer restaurante que encontramos y pedimos, por supuesto, carne asada y vino tinto. Nos devoramos los panes que nos pusieron en la mesa y esperamos unos veinte minutos hasta que llegó nuestro plato para compartir: ojo de bife, papas, camote y pebre. La comida estaba muy buena. Descansamos un momento y partimos a recorrer la ciudad.

Puerto Viejo y Paseo San Gabriel

Comenzamos por el Puerto Viejo, caminando por una línea de cemento que se extendía dentro del río de la Plata y en torno a la cual reposaban pequeños yates. Continuamos por el paseo de San Gabriel, un agradable camino que bordea la costa de Colonia. A paso lento nos dejamos llevar por este paisaje de casas coloniales, bugambilias y faroles al borde del río.

El Faro de Colonia

Estábamos felices. El estómago satisfecho y una agradable sobremesa por la costanera. Sólo sonreíamos y conversábamos sobre los viajes y la vida. De vez en cuando nos deteníamos para sacar fotografías. Así llegamos hasta el faro. Le pagamos cuarenta pesos uruguayos a un marinero que cuidaba la entrada y subimos por unos peldaños estrechos. Desde arriba se tenía una hermosa vista a la ciudad, la casas, la iglesia Matriz y el río de la Plata.

Bajamos del faro y continuamos recorriendo la ciudad. A cada paso aparecía una nueva perspectiva. Los árboles estaban con sus hojas amarillas por el otoño; las casas coloniales, el cielo salpicado de nubes, el faro iluminado y las torres de la iglesia. Todo en Colonia invitaba a la fotografía. Cada rincón parecía una postal esperando a ser captada.

En estas situaciones el paisaje me rapta y entro en una especie de transe donde la realidad se expresa en luces, formas y colores que encuadro y almaceno dentro de mi cámara. Es la vida que me sonríe en formas y colores: Y yo no hago más que abrazarla con la mirada. Agradecido de tanta belleza y la posibilidad de disfrutarla.

Plaza de Armas

Así nos fuimos de la plaza Mayor 25 de Mayo hasta la Plaza de Armas, donde hicimos un descanso bebiendo café y comiendo una deliciosa torta de dulce de leche con chocolate. En eso nos dimos cuenta que se nos había olvidado visitar la calle de Los Suspiros. Le preguntamos a la joven que atendía el café y partimos de regreso a la plaza Mayor.

En el camino nos encontramos con la puerta de acceso a la ciudad, una gran empalizada de piedra que se abría hasta un puente de madera. Esta era la protección que tenían los portugueses que construyeron la ciudad en el siglo XVII para estar a salvo de los españoles.

La Calle de Los Suspiros

Continuamos caminando y llegamos hasta el pasaje de Los Suspiros, una estrecha calle de adoquines con casas antiguas.

Atardecer en el Puerto Viejo

Luego regresamos a Puerto Viejo, caminamos por el muelle interior y nos sentamos a disfrutar del silencio y el bello paisaje del atardecer mientras se escuchaba el agua del río de la Plata. Sacamos algunas fotografías y fuimos por una cerveza al Bar de Puerto de Yates. Ahí aguardamos hasta que el sol se escondió.

El sol se ocultó al otro lado del río de la Plata, pagamos nuestra cuenta y volvimos caminando hasta el terminal de buses.

El día en Colonia estuvo muy bien. Las horas se nos pasaron recorriendo las calles de esta ciudad colonial portuguesa, buscando cierta intimidad que cuesta encontrar en las grandes ciudades. Pero no estábamos solos, eran  muchas las personas que llegaban hasta acá en busca de algo pintoresco, una fotografía, un recuerdo.

18 de mayo del 2015

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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