📝 Viajando por Chile con Gabriela Mistral: Antes del turismo fue la educación y antes de la educación, la palabra el medio para conocer lugares lejanos. Por eso no es extraño que antes de morir, Gabriela Mistral quisiera dejarnos un retrato de Chile 🇨🇱 para que lo conocieran sus habitantes, pero especialmente los niños y las niñas.
En tiempos de pandemia y confinamiento obligado ese gran esfuerzo adquiere mayor sentido. Encerrados, la imaginación, la lectura 📖 y el acceso a la web 💻 son las grandes ventanas que tenemos para asomarnos al mundo que por un tiempo no podremos recorrer. ¿Y qué mejor que hacerlo de la mano de Gabriela?

Su libro póstumo lleva por nombre Poema de Chile y comienza con el “Hallazgo”. Mi parte favorita es aquella donde relata la gracia de caminar 👣, cuando ella ya tiene 60 años 👩🏼🦳:
“¡Tan feliz que hace la marcha!
Me ataranta lo que veo
lo que miro o adivino
lo que busco y lo que encuentro;
pero como fui tan otra
y tan mudada regreso;
pero ya los pies tocaron
bajíos, cuestas, senderos,
gracia tímida de hierbas
y unos céspedes tan tiernos
que no quisiera doblarlos
ni rematar este sueño
de ir sin forma caminando
la dulce parcela, el reino
que me tuvo sesenta años
y me habita como un eco”
Entre los poemas aparecen nombres conocidos de Chile y sus formas geográficas: Montañas mías, Valle de Elqui, Valparaíso, Valle de Chile, La Cordillera, el mar y Niebla son algunos de los títulos.
Viajando por Chile con Gabriela Mistral
Montañas mías (Extracto)

“En montañas me crié
con tres docenas alzadas.
Parece que nunca, nunca,
aunque me escuche la marcha,
las perdí, ni cuando es día
ni cuando es noche estrellada,
y aunque me vea en las fuentes
la cabellera nevada,
las dejé ni me dejaron
como a hija trascordada.”
Valparaíso

“Se pierde Valparaíso
guiñando con sus veleros
y barcos empavesados
que llaman a que embarquemos;
pero no cuentan sirenas
con estos aventureros.”
Valle de Elqui (Extracto)

“Tengo de llegar al Valle
que su flor guarda el almendro
y cría los higuerales
que azulan higos extremos,
para ambular a la tarde
con mis vivos y mis muertos.
Pende sobre el Valle, que arde,
una laguna de ensueño
que lo bautiza y refresca
de un eterno refrigerio
cuando el río de Elqui merma
blanqueando el ijar sediento.
Van a mirarme los cerros
como padrinos tremendos,
volviéndose en animales
con ijares soñolientos,
dando el vagido profundo
que les oigo hasta durmiendo,
porque doce me ahuecaron
cuna de piedra y de leño.”
El libro está disponible en Memoria Chilena: Descárgalo aquí