Llegar a Quintay si no tienes vehículo puede ser una aventura, pero es una aventura que vale la pena. Más ahora que descubrí un restaurante que por sabores, historias y ubicación se robó mi corazón. Aquí les presento un poquito de Quintay Cocina.
Quintay Cocina, a pasos del bosque
En colectivo a Quintay
Llegar a Quintay Cocina no fue tan difícil. En avenida Argentina, a pasos del terminal de trolebuses y el Congreso Nacional, una hilera de colectivos con aspecto de taxi (de color amarillo) aguardan para partir rumbo a Casablanca… y llegando a la esquina hay uno que es el que va a Quintay.
Usualmente está ahí. El desafío es que se llene, ya que el pasaje sale $3.000 y la idea es que se vaya con sus 4 pasajeros. Yo esperé cerca de 20 minutos hasta que se llenó. El problema que seguía era cómo regresar… Pero vamos paso a paso.
Luego de atravesar la ruta 68 y doblar a la derecha a Quintay viene un camino zigzagueante que circula entre pinos y quebradas hasta que un lomo de toro anuncia la llegada al poblado. Un poquito más allá estaba la tenencia de carabineros y, a media cuadra Quintay Cocina, donde me estaba esperando Rodrigo Sepúlveda.
Quintay Cocina
El restaurante se levanta bajo un enorme pino. Desde su terraza se observa y escucha el bosque, en su interior los espacios son amplios y acogedores, con la madera como protagonista, atrapasueños y un bar enmarcado en redes de pesca. A un costado de la casa por fuera, la hiervas del huerto conviven con plantas de tomates, bicicletas antiguas, un tótem de madera y un fogón.
Chef, pescador y recolector

Rodrigo es hijo de pescadores. De su padre aprendió el oficio de la pesca y la recolección de mariscos, durante su infancia jugó entre hiervas y hongos que aprendió a conocer y comer.
Ya adulto, se fue a Europa, donde sin querer descubrió la cocina, trabajando en distintos restaurantes donde comenzó a rememorar sus raíces.
Hasta que un día regresó a Chile y a la casa de sus padres en Quintay, donde tomó la posta del restaurante familiar, lo volvió a bautizar y se dedicó a poner en valor aquellos sabores de infancia.
Del mar y el bosque a la mesa



Por la mañana Rodrigo buceó en busca de lapas y caracoles que por la tarde se suman a los platos de la carta. El congrio es de las costas de Quintay y el licor de hiervas también proviene de los alrededores, así como el ron, producido por Destilados Casablanca.
Platos para recordar

Mi experiencia la comencé probando el cóctel bosque de Quintay instalado en el huerto junto a la casa. Refrescante y sabroso, el cóctel fue de todo mi gusto.
Luego me trasladé hasta la terraza, donde pude disfrutar de la vista a un entorno verde, el sonido de las hojas por el paso suave del viento y el canto de algunas aves que ya despedían el día.
Hasta ahí me llevaron dos platos de la casa. El primero que degusté fue el causeo de lapas, un plato típico de las caletas, acompañado de lechuga y yuca frita. Primera vez que pruebo lapas servidas de esta manera y estaban muy ricas.
Luego continuamos con uno de los platos estrella de Quintay Cocina: Congrio al Arriero, una preparación sencilla, tradicional y muy sabrosa. Se trata de congrio servido en un librillo, con vino blanco y capa de papas fritas sobre el plato. Untar las papas fritas en ese caldo de vino caliente y acompañarlas por la suave carne del congrio es una sensación alucinante. Eso, más el efecto del cóctel Bosque Quintay y las historias de Rodrigo hacen que la experiencia sea completa y muy estimulante.
El regreso a Valparaíso

No me quedaba mucho tiempo antes de que el reloj marcara las 17:30 horas; minuto en el que saldría la última micro con destino a Valparaíso. Agradecí a mi anfitriones por las exquisitas preparaciones y el cariño con el que desarrollan su propuesta gastronómica.
Sonriendo me despedí de Quintay Cocina y me dirigí hacia la plaza para tomar la micro rumbo a Valparaíso. El pasaje tiene el valor de $2.400. En el trayecto tuve la suerte de apreciar el atardecer y el mar a lo lejos. Quintay se despedía con todo su sabor y belleza.