En la Plaza Vieja tomamos la calle Brasil. A lo lejos se podía ver la cúpula del Capitolio en La Habana. Más acá la ciudad palpitaba vida. Desde los balcones de las casas las cubanas colgaban ropa y los hombres conversaban. Las tiendas de artesanía se intercalaban con farmacias y verdulerías. La estrechas veredas eran ocupadas principalmente por cubanos que iban y venían. En eso nos topamos con una escuela, un desfile en honor a José Martí y muchos escolares con banderas de Cuba, caminando alegres y entonando canciones.
Una escuela en el camino
La escuela era una casona grande de impecable color blanco y un pequeño cartel. Desde la ventana se podía ver la sala de clases con la profesora delante y los pequeños estudiantes en uniforme. Todos lucían felices.
Por la calle el espectáculo no era distinto. Grupos de niños regresaban a la escuela luego del desfile en conmemoración al natalicio de José Martí. Los chicos caminaban y corrían. Todos lucían muy bien, de vestimenta impecable y una gran sonrisa en el rostro. Una niña llevaba un cartel que decía «Somos el porvenir».
El Capitolio en La Habana

Atrás quedaron los niños con sus banderas y nosotros seguimos avanzando hacia el Capitolio, en esta isla fuera del tiempo, donde las calles están libre de publicidad y vendedores ambulantes, donde no existen los malls y los supermercados tienen un stock limitado de productos. Y sin embargo se les ve felices, conversando en las puertas de sus casas, haciendo vida de barrio, viviendo en comunidad.
Los autos de la década del 50, el ajetreo urbano, las casas, la calle angosta y El Capitolio de fondo eran una fiesta de situaciones para ser retratadas. Tratando de ser poco invasivo, pero absorto por lo mágico del entorno, me fui todo el camino haciendo fotos. Así llegamos al Capitolio: Un enorme edificio que evoca en mi memoria la arquitectura de Washington.

Seguimos caminando y bordeamos el Gran Teatro de La Habana. El edificio es precioso y constituye uno de los escenarios de ópera más importante de América. Tomé algunas fotos más y nos sentamos a descansar frente al monumento de José Martí. Delante de la estatua había arreglos florales y en el piso quedaban algunas challas de la celebración.
Una ciudad que te atrapa
Yo estaba en estado de éxtasis con La Habana. Es una de esas ciudades que tiene la capacidad de atraparte en sus calles y sumergirte en un pequeño cuento arrancado del tiempo. Esto me ha sucedido en algunos lugares más: Valparaíso, Cusco, Florencia y Luang Prabang. Conocer estos lugares es una experiencia hermosa. Y poder participar de ella tomando notas y fotografías me llena de felicidad. Soy un afortunado.