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Mercado del Puerto en Montevideo: Apología a la buena mesa

Un imperdible de Montevideo es visitar el Mercado del Puerto y disfrutar de su exquisita comida a las brazas

Llegamos de nuestro paseo en bicicleta de tres horas, nos duchamos y partimos hacia el Mercado del Puerto en Montevideo con un gran apetito. Esta vez avanzamos por los pasillos y nos acomodamos en una mesa  en el corazón del recinto.

Mercado del Puerto en Montevideo

El mozo que nos atendió era un caballero de edad, muy amable y conversador. Nos ofreció dos degustaciones de medio a medio, sirvió el pan y acomodó el ají con pebre. Pedimos un chivito al plato y un baby beef con munición. En la espera devoramos los panes y contemplamos la bella arquitectura del lugar y las personas que circulaban por él.

El Mercado del Puerto en Montevideo tenía un aire mágico en su interior. La estructura metálica daba la idea de una bodega gigante, el reloj que se levantaba en el centro me remitía otra vez a la idea del mercado y los locales, todos con una enorme barra en torno a una parrilla donde se cocinaban los distintos tipos de carnes de vacuno, ave y pescado. Tras las parrillas rugían columnas de fuego, cuyo humo subía por ductos misteriosos que los conducían hacia afuera del recinto. Los mozos, de punta en blanco, se peleaban de manera decorosa a los comensales. Varios locales cuentan además con un espacio propio con sillas y mesas, sobre las cuales cuelgan ventiladores que refrescan. Contrario a lo que se podría pensar, no hay humo dentro del lugar.

La espera en Uruguay no es un problema. Al contrario, es una oportunidad para la conversación amena y abstracta. Acabados casi todos los panes, con una copa de medio a medio por un lado y un tinto por el otro, nos pusimos a divagar respecto a nuestros futuros destinos de viaje.

Unos platos exquisitos

Estábamos en eso cuando el mozo regresó con nuestros platos. El Baby Beef era un enorme trozo de carne a punto acompañada de puré, uno de los cortes más blandos y sabrosos que haya probado. El chivito al plato era un bistec con huevo, jamón y queso, sobre una capa de papas fritas, papas mayo, ensalada de lechuga y pimientos. Dividimos los platos y comenzamos con el festín. Estaba todo maravilloso y abundante. A los veinte minutos nuestros platos estaban vacíos y nosotros muy satisfechos.

Para finalizar pedimos un panqueque con manjar. Este fue el cierre perfecto para el almuerzo. Si las carne había estado soberbia, este panqueque batió todos los récords. En un plato venían dos panqueques rebosantes de dulce de leche espesa, cubierto por una capa de caramelo crujiente y, sobre ellos, una guinda. ¡Estaban exquisitos!

Habíamos llegado a la plenitud gastronómica del Uruguay. Era una maravilla. Como la vez anterior, el sueño comenzó a invadirnos, pero esta vez estábamos preparados. Pagamos la cuenta, nos despedimos del mozo y partimos rumbo al hostal para dormir una profunda siesta. Cuando despertamos ya era de noche en Montevideo.

19 de mayo del 2015

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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