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Volar hacia el fin del mundo

No dormir. Esa era mi premisa cada vez que viajaba en avión entre Santiago y Punta Arenas. El vuelo era la conexión mágica entre mi hogar nuclear y la familia ampliada de Santiago; el vínculo entre el frío austral y el calor del valle Central. No dormir, era mantenerse atento a la transición entre estos dos mundos donde dibujé mi infancia y parte de mi adolescencia.

Hace 15 años que no hacía este trayecto. Fue en 1997 que tomé una mochila, abordé un avión a Puerto Montt y me fui a dedo hasta Valparaíso, donde llegué a estudiar la carrera de periodismo. Cómo saber entonces, que esta sería la segunda ciudad de mi vida, donde echaría raíces y descubriría el amor.

Muchas veces soñé con volver a Punta Arenas, caminar por sus calles tranquilas y sentir el viento helado en el rostro. Soñé con recorrer el borde del Estrecho de Magallanes en la madrugada y detenerme a observar cómo el sol se levanta a los lejos sobre Tierra del Fuego.

A medida que escribo estas líneas, el avión se desplaza raudo sobre la Patagonia, cada vez más cerca de mi ciudad natal.

4 de junio del 2012

 

Punta Arenas, Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, Chile

Por Hernán Castro Dávila

El amor por los viajes, la escritura, la fotografía y la comunicación me ha impulsado a forjar mi propio camino dentro del periodismo. Creo en nuestra capacidad de expresión como ciudadanos del siglo XXI. Yo la practico desde mi blog, las redes sociales y la educación. Si queremos que este mundo cambie, debemos comenzar por nosotros mismos.

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